Pensando en la reconstrucción. Los efectos de la pandemia en la cultura

Alfons Martinell

**Imagen tomada del sitio 5D

Reflexionar sobre cómo afecta la crisis del Covid19 a la cultura y a la gestión cultural requiere de un análisis riguroso que en estos momentos aún no disponemos de suficientes elementos para emitir una valoración general. Pero estos tiempos nos han mostrado facetas desconocidas de nuestras vidas culturales que requieren análisis y reflexión y un ineludible planteamiento crítico. A pesar de que llevamos mucho tiempo hablando de globalización, la pandemia nos ha presentado una problemática, que por su extensión ha afectado a todas las sociedades por igual y las soluciones han de buscarse globalmente por medio de la cooperación internacional. De la misma forma se han evidenciado nuevas desigualdades a las existentes.

Sin la pretensión de agotar el tema nos atrevemos a formular y proponer algunas consideraciones al debate. Avanzamos a partir de pequeñas aportaciones que pueden ayudar a configurar un estado de opinión.

Hemos observado como las Políticas Culturales vigentes no han demostrado capacidad de reacción, como requería la situación que están viviendo la ciudadanía y todo el sector cultural. Ya hace tiempo que desde diferentes instancias se denunciaba la inadecuación de las Políticas Culturales a la realidad contemporánea y que permanecían en una realidad atrapada por el mantenimiento de estructuras anacrónicas muy burocratizadas y por su propia dificultad de adaptarse a la actualidad. Presunción que en parte se ha confirmado cuando observamos una institucionalidad cultural poco adaptada a una respuesta rápida a estas nuevas necesidades y problemas, que reclaman una reflexión crítica y la asunción de responsabilidades. La cultura no se ha definido como esencial para los gobiernos, pero si para la ciudadanía, que se ha organizado para satisfacer sus necesidades culturales de acuerdo con todas las posibilidades de su entorno. Este hecho evidencia un cierto fracaso de las políticas culturales que requerirán de reflexiones críticas importantes ante los retos de futuro. 

En este contexto se distingue la urgencia de un proceso de reformulación de las Políticas Culturales sobre la base de diferentes factores. Para empezar, es urgente un cambio profundo en su fundamentación, de unas políticas de oferta a entender la cultura como un derecho dentro de los derechos fundamentales, es decir, como un servicio esencial. Para ello será necesario un nuevo “contrato social” para la cultura, donde se sitúe el papel del Estado y de los agentes culturales, de acuerdo con el respeto a la diversidad y la libertad cultural. Entender la cultura como un servicio básico o esencial con el establecimiento de unos servicios mínimos culturales para la población con un aporte presupuestario estable del Estado. Quizás es el momento de provocar una crisis controlada de la institucionalidad cultural y de los modelos de políticas culturales a escala local, nacional e internacional. Aprovechar el momento para afrontar una “deconstrucción” de formas y principios tradicionales (o clásicos) para adecuarse a la realidad, con esfuerzos por una lectura de la contemporaneidad más real y directa. Imprescindible para aproximarnos a la vida cultural de nuestras sociedades y el compromiso de prospectiva para garantizar un futuro sostenible para la cultura.

A pesar del vacío institucional y los efectos de la pandemia requiriendo confinamiento y limitación en las actividades sociales, la vida cultural sigue y manifiesta su vigor con emergencia de nuevas perspectivas. Este concepto de vida cultural que es la base de los derechos culturales en la Declaración Universal de 1948 y los DESC de 1966 adquiere sentido en este contexto para proceder a un ejercicio de diferenciación entre vida cultural, sector cultural y sistema cultural que nos puede ayudar a entender las posibles salidas

¿Cómo afecta a la vida cultural?

A pesar de las circunstancias y entornos para las personas la vida cultural sigue como espacios para la expresividad y la satisfacción de las necesidades culturales. Como lo hemos observado en diferentes momentos históricos y situaciones personales especiales. Durante esta pandemia nos hemos visto obligados a incrementar nuestra vida cultural privada o doméstica, alterando nuestras cotidianidades y cambiando las prácticas culturales para adaptarse al nuevo contexto.

Podemos extraer algunas deducciones, en primer lugar, el papel que ha adquirido internet y la provisión de contenidos culturales digitales que han entrado en nuestros hogares en diferentes formas iniciando una nueva tendencia a tener en cuenta. En segundo lugar, estas manifestaciones privadas en la vida cultural han encontrado sus propios límites emergiendo la necesidad (o el anhelo) de expresiones compartidas desde balcones, terrazas, bloques, etc. orientadas hacia el espacio público buscando el otro. Revelando que los humanos para satisfacer sus necesidades culturales exhortan la colectividad para participar y compartir la vida cultural. Las manifestaciones a favor de la apertura de los equipamientos culturales y la rápida reacción de sus gestores han presentado una voluntad inequívoca que lo digital no va a sustituir lo colectivo, la presencialidad y la expresión en directo, aumentando el deseo a las actividades culturales en nuestras comunidades.

Finalmente, hemos de destacar la irrupción de una nueva brecha cultural a las tradicionales de acceso a la cultura con la importancia del acceso a internet y la conectabilidad para sectores de población, barrios y territorios. Unida a los factores habituales de disposición de equipamiento cultural en los hogares con las características de la vivienda, etc. Un conjunto de elemento que se unen a la necesaria reflexión sobre la incidencia de estos factores en la pobreza cultural en el ejercicio de los derechos culturales

La crisis en el sector cultural

Lo que conocemos como sector cultural está viviendo una gran crisis por la caída de la demanda y la dificultad de mantener una oferta de acuerdo con los escenarios tradicionales. La estructura socio económica de la producción, los bienes y servicios culturales se hunden en esta crisis y manifiesta su fragilidad. La precarización de los empleos culturales y de la actividad artística y creativa ha evidenciado los problemas orgánicos de un sector que aporta casi el 4% del PIB en España, pero que mantiene funcionamientos internos muy débiles y poco adaptados al cambio y a la innovación.

Las nuevas experiencias de virtualidad aún no generan el flujo económico para el mantenimiento del sector cultural que requerirá adaptación e integración apresurada. Solo algunos ámbitos subsisten y reclaman ayudas a los gobiernos y atisban un cambio importante a corto plazo. El sector cultural evidencia muchas de sus contradicciones que desde hace años se podían prever, le falta adecuación a la nueva realidad, principalmente por la atomización de sus subsectores que son incapaces de presentarse como un bloque y cada uno plantea sus reivindicaciones sin atenerse al conjunto. La capacidad de adaptación a la nueva situación ha sido evidente con los cambios en las formas y con la oferta de una imagen de que la cultura es segura o la rapidez para plantear nuevos formatos en los servicios culturales como el streaming o las ofertas digitales en línea. El valioso aporte del sector cultural al desarrollo se está destruyendo sin perspectiva de recuperación a corto plazo.

El sistema cultural

Esta crisis ha evidenciado que muchos problemas no pueden abordarse solamente desde una perspectiva local-nacional ni desde una lectura departamental o disciplinar. Nos encontramos en un contexto donde la respuesta a ciertas necesidades o problemas requiere lecturas amplias dentro de la complejidad y la interdependencia.

Por esta razón se presenta como ineludible un transitar hacia una concepción sistémica (o eco sistémica) de la cultura en nuestras sociedades, diferenciar la vida cultural de las ciudadanías y el sector cultural como realidad socioeconómica. Entendiendo como sistema cultural un gran número de componentes o elementos que se relacionan permanentemente entre sí de forma dinámica en constante interdependencia. Algunos de estos componentes (o ámbitos) son conocidos o tradicionales de los modelos clásicos de entender la cultura en la sociedad actual (artes, patrimonio, música, teatro, lectura pública, etc.). A estos se le han de adicionar otros que, a lectura de la visión sistémica, inciden, condicionan e interactúan como la comunicación, la movilidad, el hábitat y urbanismo, la seguridad, el acceso a conexión, el clima, la educación, el medioambiente, la salud, etc. Interacciones y dependencias cada vez más evidentes que solo encuentran eficacia en la complementariedad y en la generación de sinergias hacia la sostenibilidad.

Entender la cultura como sistema predispone salir de las definiciones teóricas o disciplinares para realizar una lectura más real a la situación en nuestros contextos sociales. Aceptando que lo que denominamos cultura no es un departamento más o menos definido en la institucionalidad cultural de todo tipo. Sino un conjunto de intervenciones, relaciones e interdependencias entre diferentes elementos, para satisfacer las necesidades culturales de las personas, grupos o comunidades se requiere de un amplio abanico de posibilidades en un marco de libertad cultural, lo cual implica que cada persona define sus necesidades culturales individualmente o a veces colectivamente.

Finalmente, me aventuro a presentar algunas reflexiones finales en clave de posibles propuestas

  • Necesidad imperiosa de crear un estado de opinión amplio y político sobre los aportes de la cultura en general al desarrollo sostenible, a la convivencia y a la cohesión social. Y principalmente su contribución a los procesos de recuperación y reconstrucción general a los efectos de esta crisis.
  • Una visión sistémica (o eco sistémica) de la cultura, demanda de algunas preguntas ¿De quién es responsabilidad el sistema cultural en nuestras sociedades? Una pregunta necesaria ante la falta de respuesta evidente. ¿Cómo se ha el modelo de gobernanza del sistema cultural?
  • Imperiosa necesidad de situar los derechos culturales en el centro de las propuestas de reconstrucción. De los derechos culturales retóricos a los garantizados. ¿Cómo hemos de construir un nuevo contrato social para la cultura?  Hacia la definición de servicios culturales mínimos en nuestras sociedades.
  • En el contexto actual se acentúa e incrementa una brecha cultural en nuestras ciudadanías. Se presenta como imprescindible una acción más enérgica de la cultura ante las desigualdades y la lucha contra diferentes formas de pobreza, entre ellas, no olvidemos, la cultural que también existe.
  • Sería oportuno que la situación actual provocara una verdadera crisis de la institucionalidad cultural. Reconstruir o construir de nuevo sobre la base de la experiencia acumulada y de la realidad contemporánea.
  • Podría ser el momento de revisar los principios y proponer una nueva ética y valores para las relaciones entre el sistema cultural y los otros sistemas sociales, principalmente con el planeta.
  • Una nueva relación entre lo local y lo global. Prevención y lucha contra los nacionalismos excluyentes que van a utilizar la cultura como vehículo de enfrentamiento.
  • Prevención de los efectos de la crisis en la reducción de los compromisos en la solidaridad internacional y en la agenda 2030 y los ODS. Posible abandono de la cooperación internacional para el desarrollo y los efectos en muchos países y regiones del mundo que requieren apoyo y fraternidad para sobrevivir. 

Una oportunidad de renovar en los tiempos de reconstrucción que se avecinan. 

El texto forma parte de la cátedra inaugural realizada el lunes 19 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

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