Este texto se escribe con el interés de reflexionar sobre los derechos culturales en relación con la desigualdad y la participación ciudadana. Propongo vincular los derechos culturales con la Agenda 2030 desde un enfoque político-cultural, para con ello, explorar respuestas a la urgencia de pensar el desarrollo sostenible como política cultural a partir del impacto de la Covid-19 y con ello,
retomar una ruta de intersecciones hacia estrategias de “desarrollo sostenibles como política cultural”,
que es el enfoque que planteo desde 2003. Es bueno precisar que aprovecharé esta oportunidad para pensar esas posibilidades no en abstracto sino puestas en sistema, en un sistema que podríamos llamar multilateral del desarrollo sostenible, y en una lógica de institucionalización que pone en valor el trabajo de una de las instituciones internacionales que más ha aportado al multilateralismo, la cooperación y las políticas culturales y sus economía creativas asociadas: UNESCO.
Agenda 2030 y los derechos culturales
En términos operativos, UNESCO compartió una visión general en cada uno de los ámbitos de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible: Con respecto a las personas, se parte del consenso de que la “identidad y conocimientos: se protegen y salvaguardan los bienes culturales”, que la “inclusión y participación: se brinda apoyo para el acceso a la vida cultural y las diversas expresiones culturales” y que a través de la cultura, las personas “cultivan la libertada artística, la creatividad y la innovación”. Con respecto al planeta y las políticas culturales con un enfoque de desarrollo sostenible, “se protegen el patrimonio natural y la biodiversidad”, “se fortalecen las relaciones positivas entre los ambientes culturales y naturales” y “se promueve la resiliencia, comprendida la resiliencia cultural”. Otros de los ámbitos clave es la prosperidad, considerando que “se fomentan los medios de vida basados en la cultura y la creatividad” y “se alcanza la apertura y el equilibrio en el comercio de bienes y servicios culturales”. Con respecto a la paz, “se promueven la diversidad cultural y la cohesión social”, “se promueve el sentimiento de identidad y pertenencia”, y “se promueven la restitución de bienes culturales y el acercamiento de las culturas”. Por último, y no menos importante, las alianzas a través del refuerzo de que las redes culturales son de “carácter transparente, participativa e informado en la gestión de la cultura”, que “se articulan para la salvaguardia del patrimonio material e inmaterial”, a través del “comercio mundial de bienes culturales y movilidad de los productores creativos” y cuando “se reducen las desigualdades mundiales en la salvaguardia y la promoción de la cultura”.
¿Dónde estamos hoy y con qué instrumentos contamos para seguir?
De no ser por el COVID-19, 2020 hubiera sido un año clave para la UNESCO y el sector de la cultura: considerando que se cumplieron el 15° aniversario de la Convención de la UNESCO sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (Convención de 2005), el 10° aniversario del Fondo Internacional para la Diversidad Cultural (FIDC) y el 40° aniversario de la Recomendación de la UNESCO sobre la condición del artista (Recomendación de 1980). Podría decirse que con sus aciertos y errores, estos tres instrumentos, hijos respectivos de su tiempo, dan cuenta de una base legislativa, normativa y de actuación internacional para entender la economía creativa como política cultural: esto es entender su doble dimensión simbólica y económica y sobre todo impulsar sus aplicaciones al software del desarrollo sostenible.
Quisiera ejemplificar con dos instrumentos metodológicos recientes de UNESCO que derivan de esa constelación de instrumentos de gobernanza, para entender cuál es el tipo de respuestas desde las políticas culturales que tienen un enfoque de desarrollo sostenible en dos dimensiones:
como respuesta de emergencia y como visión a mediano y largo plazo: una guía de políticas culturales desde un enfoque sectorial y un nuevo marco de los indicadores temáticos de cultura en la Agenda 2030.
La cultura en crisis: guía de políticas para un sector creativo resiliente
Un informe de UNESCO titulado “La cultura en crisis: guía de políticas para un sector creativo resiliente” proporciona una serie de orientaciones prácticas a los responsables de la elaboración de políticas públicas que se están esforzando por que las industrias creativas y culturales se incluyan en los planes de recuperación y reactivación de la economía y la vida social. Para que esas industrias puedan cumplir con las medidas sanitarias y de seguridad vigentes, así como adaptarse a los nuevos modelos empresariales, seguirá siendo necesario que continúe el apoyo financiero y técnico que se les ha venido prestando. De forma específica: UNESCO llama la atención de cómo el apoyo directo a los artistas y profesionales de la cultura ha sido una de las respuestas identificadas como respuesta a la crisis: prestaciones sociales, encargos y compras de obras, compensaciones de pérdidas e ingresos y creación de competencias. Se han apoyado también a distintos sectores de las industrias creativas a través de entregas de ayudas y subvenciones, flexibilización temporal de las obligaciones reglamentarias, compensaciones de pérdidas por interrupción de actividades, desgravaciones fiscales y reducción de cargas sociales, estimulación de la demandas y préstamos en condiciones preferentes, a lo cual se suma el fortalecimiento de las infraestructuras. El fortalecimiento de la competitividad de las industrias culturales y creativas, ha sido crucial también para fortalecer los derechos culturales. UNESCO refiere la creación de dispositivos de participación para evaluar las necesidad y estudiar la viabilidad, la adaptación de los modelos empresariales, la promoción de contenidos nacionales y también incentivos fiscales para inversiones extranjeras. Estas recomendaciones son claves para entender un enfoque rectorial de gobernanza, que si bien es insuficiente hoy, sí es imprescindible para pensar en los futuros instrumentos de gobernanza cultural del desarrollo sostenible, desde un enfoque más transversal, como el que posibilitarían la utilización de los Indicadores Temáticos Cultura | 2030.
Indicadores Cultura | 2030
Según el documento, publicado en 2019,
“Los indicadores temáticos de la UNESCO para la cultura en la Agenda 2030 (Indicadores Cultura|2030) constituyen un marco de indicado- res temáticos cuya finalidad es medir y evaluar la contribución de la cultura al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas en virtud de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, tanto a escala nacional como local. El marco evaluará el papel de la cultura como sector de actividad y su contribución transversal a diversos ODS y ámbitos políticos. Este conjunto de indicadores temáticos pretende apoyar y complementar los indicadores globales acordados en la Agenda 2030 y fomentar los vínculos entre los diferentes objetivos y metas. Los Indicadores Cultura|2030 proponen un marco conceptual e instrumentos metodológicos para que los países y las ciudades evalúen la contribución de la cultura a los ODS como parte de los mecanismos de aplicación existentes en la Agenda 2030 a nivel nacional o local. Los datos recabados servirán de base para las políticas y decisiones, así como para las acciones operativas”
Estos indicadores básicamente se plantean: mejorar la visibilidad de la cultura; proponer un enfoque temático; elaborar mensajes y fomentar la cultura; promover políticas y acciones nacionales y locales y evaluar el progreso global de la cultura en los ODS. Los indicadores son los siguientes, divididos en 4 ámbitos temáticos y 2 transversales, como establece el siguiente gráfico:

Sin afán de abordar detalladamente en la lógica instrumental de este nuevo marco de medición, es preciso reconocer que este enfoque sigue estableciendo una visión instrumental de la relación entre cultura y desarrollo: específicamente de cultura en el desarrollo y sobre todo de la cultura para el desarrollo. Existe todo un potencial sobre una visión desde la dirección inversa: o sea, cómo el desarrollo sostenible contribuye a la cultura en este escenario. Esto implica no pensar “la cultura como recurso” sino utilizar tanto el marco político ético e instrumental del desarrollo sostenible y “la política cultural como software de transformaciones” con causa. Este es el camino de intersecciones que estaré abordando en el siguiente acápite, no sin antes poner en contexto los impactos de la crisis de la pandemia por COVID-19. Ahora, ¿para qué sirven estos instrumentos hablando de posibilidades de garantía y afirmación de derechos culturales en América Latina?
Es preciso partir del hecho de que América Latina es la región más desigual del mundo. En el contexto de la pandemia por COVID-19, según Cepal, la peor crisis en 100 años. A fin del 2020 el PIB per cápita sería igual al de 2010: una década perdida, se cerraron 2,7 millones de empresas formales y se estima que el desempleo alcanzaría a 44 millones de personas, el mayor aumento desde la crisis financiera global. Ello implica, según CEPAL que la pobreza llegaría a niveles de 2005: un retroceso de 15 años alcanzando a 231 millones de personas y la pobreza extrema llegaría a niveles de 1990: un retroceso de 30 años alcanzando a 96 millones de personas. En este contexto, urgen respuestas sectoriales y sistémicas que implica recuperar el debate sobre los ámbitos de trabajo de las políticas culturales.
Algunas reflexiones hacia una nueva comprensión del desarrollo sostenible como política cultural
Como conclusión compartiré algunas intersecciones clave del desarrollo sostenible y la política cultural que apuntarían a los cómo y qué necesitamos, para esto utilizaré tres ámbitos de esta intersección, que vengo trabajando desde que entré en 2012 y 2014, facilitando el proceso de construcción de la Política Pública de Cultura en El Salvador, con el apoyo de AECID: Soberanía cultural, seguridad cultural y sostenibilidad cultural. Estableceré las interacciones entre estos ámbitos a modo de reflexiones con tono de recomendaciones para la transformación:

- Repensar la representación cultural de lo nacional desde un enfoque de derechos humanos, implica el desplazamiento de la identidad politizada desde el poder como referente, a la diversidad de expresiones culturales como derechos de las personas, grupos y comunidades.
- Centrar la base legislativa de salvaguardia, promoción y protección del patrimonio y la creatividad en las personas, desde un enfoque de derechos, y no exclusivamente de “expresiones culturales”.
- Las políticas culturales del desarrollo sostenible deben generar plataformas como desarrollo sostenible basadas en bases legislativas nacionales alineadas a los marcos internacionales de derechos.
Seguridad cultural y sostenibilidad cultural
- El patrimonio cultural de los individuos, y grupos sociales forma parte de la seguridad ciudadana, por tanto el ejercicio de la violencia contra sus expresiones culturales como parte de sus derechos culturales constituye un delito y viola los derechos culturales en tanto derechos humanos.
- Además del reconocimiento vinculado con la seguridad, este debe completarse con medidas efectivas de empoderamiento que permitan el acceso a la economía creativa como forma de vida.
- 2021, es el Año Internacional de la Paz y la Confianza, con el fin de promover y fortalecer la diplomacia preventiva, entre otras cosas mediante el multilateralismo y el diálogo político.
- La gobernanza de la cultura en positivo es generadora de paz y de confianza, incluso largos y eficientes procesos de transformación positiva de conflictos pueden tener en la cultura como una herramienta, y de esos procesos, especialistas y comunidades pueden generar valor económico, además del impacto simbólico.
- La economía creativa debe servir como una plataforma de ampliación de derechos, de seguridad cultural en un sentido, de protección vinculados con el reconocimiento pero de empoderamientos relacionados con la propiedad.
- Formas y regímenes más justos de retribución
- Estrategias innovadoras de monetización, redistribución y registro del patrimonio cultural.
- La economía creativa tiene un peso enorme en la reducción de conflictos históricos que reflejan la desigualdad social de esta región.
La aplicación de la Recomendación de 1980 relativa a la Condición del Artista y el estudio Cultura y condiciones laborales de los artistas: aplicar la Recomendación de 1980 relativa a la Condición del Artista, proponen “políticas y medidas que mejoren las condiciones de empleo, de trabajo y de vida de los artistas, especialmente para contrarrestar los efectos perjudiciales de las nuevas tecnologías; reconozcan la dimensión internacional de su labor y faciliten a todos los artistas y creadores los medios posibles para la libre circulación internacional; y les permitan ejercer su profesión sin censura ni discriminación de género”. Dicho informe de avance daba cuenta de varios aspectos como:
- “Concepción de nuevas leyes de derechos de autor o modificación de las existentes y medidas fiscales que procuran remunerar equitativamente a los artistas en el entorno digital.
- Nuevos programas en el hemisferio Sur que otorgan, por primera vez, prestaciones sociales a los artistas, a saber, pensiones de jubilación, seguro de salud y atención médica, e incluso seguro de desempleo.
- Acuerdos económicos multilaterales y regionales, así como nuevos acuerdos e iniciativas de cooperación cultural en América Latina, Asia y toda África que permiten la movilidad”
El reto en tal sentido es ampliar las condiciones de cooperación e intercambio de bienes y servicios, así como las oportunidad de repensar los regímenes de protección social de los artistas con la evidencia de datos derivado de la crisis del COVID-19.
Sostenibilidad cultural y soberanía cultural
Un tema clave de la sostenibilidad es la economía creativa. El 2021, fue declarado Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible: su celebración abre la oportunidad inédita para en el contexto de la crisis derivada de la Covid-19 desde un enfoque de sostenibilidad y contar con las herramientas de sensibilización, medición y actuación para promover su rol como palanca de aceleración de la Agenda 2030 y como ámbitos como lo que denomino “Economía bio-creativa” en referencia a una economía creativa centrada en la vida de las personas y el planeta y no sólo en las creatividad como propiedad intelectual. Es imprescindible una intersección entre cultura y naturaleza en el enfoque de la economía creativa sostenible que tome en cuenta aspectos como el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional jurídicamente apunta a la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos. La Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, de 2005 promueve el impulso de políticas y medidas soberanas para la promover y proteger la diversidad cultural es la base de la Convención 2005. El reto es buscar economía creativas no sólo respetuosas con el medio ambiente sino regeneradoras y atentas al cambio climático. Es preciso en ello, superar la idealización de que la economía creativa es “verde”.
Un tema clave de la sostenbilidad es la economía creativa. El 2021, fue declarado Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible: su celebración abre la oportunidad inédita para en el contexto de la crisis derivada de la Covid-19 desde un enfoque de sostenibilidad y contar con las herramientas de sensibilización, medición y actuación para promover su rol como palanca de aceleración de la Agenda 2030 y como ámbitos como lo que denomino “Economía biocreativa” en referencia a una economía creativa centrada en la vida de las personas y el planeta y no sólo en las creatividad como propiedad intelectual. Es imprescindible una intersección entre cultura y naturaleza en el enfoque de la economía creativa sostenible que tome en cuenta aspectos como el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), un tratado internacional jurídicamente apunta a la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos. La Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales, de 2005 promueve el impulso de políticas y medidas soberanas para la promover y proteger la diversidad cultural es la base de la Convención 2005. El reto es buscar economía creativas no sólo respetuosas con el medio ambiente sino regeneradoras y atentas al cambio climático. Es peciso en ello, superar la idealización de que la economía creativa es “verde”. En resumen, avanzar hacia un enfoque del “Desarrollo sostenible como política cultural” permitirá políticas culturales de economía creativa más allá de los modelos de emprendimientos y los ecosistemas de gentrificación del espacio público. En este tránsito, será crucial el empleo cultural y creativo de calidad y de trabajo decente, así como la creación de Infraestructura de calidad para el encadenamiento productivo en la economía creativa con enfoque de derechos culturales, que ayuden a poner más atención en la Inclusión social para eliminar las brechas sociales, la desigualdad histórica. Para esto será clave articulación de la la cooperación con la financiación internacional, pero hoy hay al menos, una ruta clara, y una evidencia cada vez mayor de que estos retos locales, se deben enfrentar con el esfuerzo compartido y como en el caso de las respuestas de vacunas, hoy contamos con las tecnologías, los saberes locales y los dispositivos de política pública para dar ese salto al siglo XXI.ayuden a poner más atención en la Inclusión social para eliminar las brechas sociales, la desigualdad histórica. Para esto será clave articulación de la la cooperación con la financiación internacional, pero hoy hay al menos, una ruta clara, y una evidencia cada vez mayor de que estos retos locales, se deben enfrentar con el esfuerzo compartido y como en el caso de las respuestas de vacunas, hoy contamos con las tecnologías, los saberes locales y los dispositivos de política pública para dar ese salto al siglo XXI.
El texto forma parte de la mesa DERECHOS CULTURALES, DESIGUALDAD Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA realizada el jueves 22 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.