Habitar la pandemia desde lo cotidiano

María Montesino

*Imagen de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile

¿Cómo vivimos la pandemia en nuestro quehacer cotidiano y creativo? 

La pandemia me afectó de formas muy diferentes, podríamos decir que como las capas de una cebolla: familia y amigos, trabajo, colectivos en los que participo. Todas las personas estaban haciéndose preguntas en sus casas sobre lo que pasaba. Aunque se publiquen normalmente las opiniones de pensadores e intelectuales, la pandemia y el confinamiento nos puso a todos a pensar sobre lo que estaba sucediendo. 

Como productora de alimentos pude salir todos los días a realizar mi actividad al campo, lo que supuso un gran alivio. Tengo una ganadería ecológica en extensivo en alta montaña, mis animales pastan y viven en un medio abierto durante todo el año y para verlos hay que caminar por una dehesa de robles, hayas y avellanos. Una maravilla en pleno confinamiento. Tuve la sensación durante ese tiempo de los cuerpos que se exponen, los cuerpos que no pueden dejar de salir de casa frente a los cuerpos que teletrabajan, que pueden quedarse en casa.

Por otro lado, mi vida es La Ortiga Colectiva, un espacio cultural colectivo que se mantuvo trabajando desde casa en el diseño de proyectos y ediciones, algunas de ellas ven ahora la luz. Pensamos mucho desde lo colectivo cultural y también fueron necesarios descansos, algunas compañeras tuvieron que dejar de participar con tanta intensidad porque era un momento de atender muchas urgencias para todas.

Mi vida cotidiana se movía entre dos mundos muy diferentes pero complementarios: el campo y la cultura. También escribí algunos artículos para publicaciones como el eldiario.es Cantabria y https://lavoragine.net/cat/apocaelipsis/ .

¿Qué significó el confinamiento para nuestros proyectos culturales?

La Ortiga es una asociación sin ánimo de lucro, como colectivo nos afectó de muchas formas, tuvimos que aplazar la edición en papel de la revista, tener tiempo para (re)pensar, resituar algunos proyectos, cerrar otros (club de lectura presencial, encuentros, presentaciones, etc.)

Hubo una mayor dispersión de las personas colaboradoras como es de suponer, desde la necesidad de reinventar/readaptar su actividad laboral, baches económicos, cuidados, también crisis personales. La pandemia dibujó escenarios muy diversos en nuestro pequeño proyecto cultural. Aunque, como somos un colectivo que venimos del mundo de la autogestión y el cooperativismo cultural, creo que esto nos permitió resistir porque lo que nos mueve no es un intercambio puramente económico, sino toda una red de resiliencia comunitaria que siempre está presente. Por anotar algunas reflexiones compartidas durante ese tiempo:

Reflexionar sobre resiliencia comunitaria: hablamos de la importancia del tejido asociativo local, de la cultura km 0, (no significa cultural exclusivamente de lo local) Buscar alianzas con otros proyectos que están trabajando líneas comunes. A veces simplemente resistimos juntas, una manera de estar en el mundo y compartir junto a los demás.

Redes de apoyo mutuo/cooperativismo cultural: estas redes las tenía muy claras en todo lo relacionado con los procesos de producción de alimentos y las echaba de menos en determinados ámbitos de la cultura. 

Preparando el taller Rural Experimenta II promovido por Cultura y Ciudadanía del Ministerio de Cultura y Medialab Prado: este año hemos coordinado este “laboratorio ciudadano” donde participan personas de todo el Estado español con perfiles muy diversos, un taller donde todos los conocimientos y experiencias aportan. Se iba a llevar a cabo en el valle de Campo (Cantabria) aunque finalmente se tuvo que realizar online.

El arte y la cultura como antídoto. Vacuna ante el virus. 

¿Qué supone confiar o pensar en el arte como una vacuna ante este virus que se ha vuelto letal?

La cultura es un alimento necesario para la vida, forma parte de las relaciones humanas. La cultura y el arte son tensiones, expresiones, creación, impulso, conflicto. Hay muchas formas de entender, pensar y practicar la cultura. A mi modo de ver, el arte nos sitúa en la creación de imaginarios, en la posibilidad de inventar, de imaginar otros escenarios posibles. 

La cultura es el vínculo que nos permite vivir en comunidad, que nos permite tener una visión integradora de la vida, de una manera de estar en el mundo donde lo ecológico, lo político y lo social generen esa trama, esa urdimbre con la que entramos en diálogo junto a los otros.

Creo que es necesario pensar las culturas como ecosistemas donde todo está interrelacionado, donde situar la vida en el centro y tener en cuenta las relaciones con otros seres vivos, con los ecosistemas. Decidir cómo queremos vivir, cómo queremos que sea esa relación es algo totalmente cultural también y político, de la política que hacemos todos. Son interesantes las reflexiones sobre domestizar lo político, es decir, aplicar a lo político los elementos tradicionalmente propios de lo doméstico, aquellos necesarios para el mantenimiento material de la vida y sus cuidados. 

En el ámbito cultural, en los pueblos, hemos visto cómo los primeros olvidados de la pandemia han sido nuestros mayores, sobre todo mujeres, que han visto cómo se han dejado de hacer actividades en los centros culturales de sus localidades mientras los bares seguían abiertos. Es necesaria una lectura de género en estas cuestiones para contextualizar y entender las causas y las consecuencias. Las personas mayores han sido expuestas más que nadie a su soledad, sufriendo muchas durante este tiempo pérdida de autonomía y, en muchos casos, desarrollando enfermedad mental (ansiedad, depresión, etc.).

Pensar el futuro. Un tercer punto será hablar sobre nuestros contextos y las acciones posibles para superar la vulnerabilidad del sector artístico cultural. 

¿Cuáles son las formas de hacer frente a la coyuntura actual? 

Creo que estamos viviendo un cambio de paradigma, un punto de inflexión importante que nos permite repensar y redefinir maneras de hacer y de vivir. Tenemos la oportunidad de pensar en imaginarios que faciliten unas culturas entre y junto a los demás. Creo que es el momento de poner en valor la cultura comunitaria, la resiliencia comunitaria en el mundo de la cultura, favorecer las propuestas cooperativas y las ayudas mutuas.

-Desde lo rural: aquí en España se abre un escenario de posibilidades en el medio rural, creo que es importante ver cómo son esos imaginarios y prácticas aterrizadas en el territorio. En este sentido, acabo de participar en la publicación Pensar y hacer en el medio rural. Prácticas culturales en contexto, un libro-manual del Ministerio de Cultura que creo puede ser un referente de muchos proyectos en el medio rural dentro del Estado español.

-Redes colaborativas: los apoyos mutuos son fundamentales, no podemos dejarlo todo en manos del Estado, es necesario fortalecer las redes autogestionadas, la autonomía, la independencia, la libertad de crear y resistir sin el paraguas público.

¿Qué acciones se realizan en nuestros países? 

Habrá tanta diversidad de propuestas como distintos escenarios y territorios se observen. En mi entorno más cercano, he visto cómo surgían redes de cultura comunitaria (formales e informales), planes institucionales para apoyar al sector cultural y, sobre todo, la necesidad de visibilizar una demanda creciente de 

Creación de redes de trabajo colectivas: por ejemplo Urdimbre y REACC (Red de Agentes de la Cultura Comunitaria).

-Planes de “emergencia cultural”: normalmente se trata de respuestas de la administración a corto plazo para problemas que requieren reflexiones más profundas. 

En mi comunidad autónoma, Cantabria, la Plataforma de Empresas Culturales propuso una vacuna cultural que, haciendo una comparación con la búsqueda de vacuna para el Covid-19, se convirtió en un manifiesto por el derecho a la cultura que siempre es interesante leer.

¿Qué acciones realizamos con nuestros colegas para la búsqueda de respuestas en este pasillo de la incertidumbre?

Contribuir a generar espacios y tiempos de dinamización del medio rural desde la cultura, pensar juntos (grupos de lectura, encuentros, textos, conversaciones, paseos…) cualquier forma es buena para seguir haciendo cosas juntos y pensar la incertidumbre de manera colectiva. La cultura no solo surge de la llamada industria cultural, hay otras organizaciones que están (estamos) trabajando para la cultura.

En lo rural es el momento de trabajar en contextos municipales, relocalizar la cultura, desarrollar una mirada glocal y gestionar los espacios y bienes comunes tan importantes para preservar el acceso a la cultura y la cultura como derecho.

Creo que estas reflexiones se podrían resumir en la importancia del habitar entendido en un sentido social, cultural, ecológico y político. Tomar conciencia de que el mapa no es el territorio, que es necesario pensar desde lo concreto, desde la diversidad de contextos y a partir de ahí ver qué posibilidades tenemos de tejer redes de cultura comunitaria. Creo que deberíamos proponer a partir de modelos de co-gobernanza que son el fermento para continuar la siembra de culturas críticas. El medio rural es, sin duda, un escenario posible para pensar imaginarios de futuro sostenible, de convivencia con el ecosistema natural, cultural, social. Y de una vida habitable para todos y todas.

El texto forma parte de la mesa LOS CUIDADOS. EL ARTE Y LA CULTURA COMO ANTÍDOTO / VACUNA ANTE EL VIRUS realizada el viernes 23 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia. 

Tiempos de confinamiento

Alexander Córdova

*Imagen de Archivos de una Pandemia. Autor Christian Eugenia Calderón Montaña.

Luego de los primeros 15 días de cuarentena domiciliar perdí la noción del tiempo. Esa percepción que todos los días eran domingos era abrumante. Querer terminar un fin de semana que cada vez se estiraba más y más, fue abrumador. Al principio, abrigaba esa sensación de vacaciones merecidas porque las reglamentarias no son nunca suficientes. Luego llegó la ansiedad de hacer cosas caseras que dejaste pendientes. Un mes más tarde sólo había espacio para la procrastinación y esperar las cadenas nacionales de radio y televisión. 

La vida productiva se detuvo. De un día al otro encontramos los teatros, parques arqueológicos, museos, centros culturales, casas de la cultura, escenarios alternativos y plazas públicas cerrados.  La prohibición de todo tipo de reunión con más de 100 personas, el cese de todo proceso artístico formativo o creativo, la interrupción de proyectos en implementación que proponga contacto físico, la suspensión de carteleras y eventos artísticos, así sucesivamente una larga lista de limitantes en torno a prohibir encontrarnos unos con otros.

Sucesivamente llegaron múltiples decretos gubernamentales de confinamiento obligatorio o voluntario, generando como consecuencia la restricción del derecho a libertad de movilidad. Una medida drástica que supone interrumpirlo todo buscando contener la gripe mortal latente, para priorizar que continúe la población saludable. Una situación complicada de asimilar teniendo en cuenta el cierre total de los espacios de socialización para cualquier persona, a excepción de los lugares para el abasto de alimentos y medicinas.

Bajo este contexto de pandemia COVID-19 se nos impone en una situación interesante en la gestión cultural: repensar las formas y modos de continuar sin perder la esencia de la diversidad, la inclusión y el compromiso sociocultural, en las diferentes iniciativas que estaban sosteniendo antes del confinamiento. Sostenerlas en tiempos “normales” ya generaba una serie de dificultades a sortear y niveles de riesgo a mitigar con el fin de alcanzar los resultados propuestos. 

Si observamos el panorama de la emergencia sanitaria del mundo y del país es fácil pronosticar tiempos difíciles, tanto para proyecto culturales centralizados o en los territorios,  de carácter gubernamental, no gubernamental o independiente. Se pronostican menos fondos para cultura – una constante histórica en el presupuesto gubernamental para este sector- pues la prioridad será implementar medidas de contención y mitigación para frenar la pandemia entre la población, es decir, procurar la salud pública. 

Pero la creatividad tiene una llave maestra que permite abrir puertas a soluciones o aportar a las posibles soluciones desde la cultura.

Desde el encierro se gestan ideas en el campo de las artes desde lo virtual y en complicidad con el trabajo colaborativo de artistas independientes, gestores culturales, colectivos artísticos, fundaciones o asociaciones que promueven iniciativas culturales. 

Retomar virtualmente procesos iniciados desde los presencial puede ser frustrante para todas las partes involucradas en un proceso creativo. A esto podemos sumarle la resistencia al cambio abrupto de hacer las cosas. En el caso de la población migrante digital versus a la población nativa que navega cómodamente en todas las redes sociales y plataformas digitales existentes en internet.  Es allí donde comienza a surgir luz a través del túnel y despuntan algunas formas de resolver la salida a “campo abierto”.

A esta fecha podemos enumerar diversas formas creativas de mantener las iniciativas culturales a flote. En este contexto se inician el aprendizaje virtual, bajo la modalidad sincrónica y asincrónica, de diversos procesos de formación en diferentes disciplinas artísticas. En diferentes formatos podíamos recibir en clases de música, danza, teatro, gestión cultural, nuevas herramientas digitales para la creación artística, dibujo y pintura, producción audiovisual, entre muchas otras propuestas a las que acostumbran a ofertar en modo presencial. 

En un momento teníamos a nuestro alcance en nuestro teléfono móvil o en el ordenador una variada oferta de consumo cultural, tanto de producciones en bellas artes como de creaciones artísticas de base comunitaria. Una envidiable cartelera nacional de espectáculos escénicos en formato “Live” o en archivo audiovisual de manera gratuita o a bajo costo para lidiar con el tedio de la sentencia “Quédate en casa”.  Los conciertos y recitales en línea no se quedaron atrás. Lo importante de todo esto es que la modalidad no afectó la calidad.

En algunos casos se extrañaba la necesidad de lo presencial de algunos formatos que obviamente se disfrutan más frente a un escenario acompañado de otros espectadores, esa cercanía con el momento creativo y la atmósfera del espacio en donde se desarrolla. Y no faltó la crítica de creadores sobre si esto se podía considerar un hecho artístico bajo la lupa de la diversidad de métodos o formas de crear. 

Asimismo, notamos de manera inmediata una explosión en redes sociales de múltiples conversatorios o foros con temáticas que abordaban  diferentes áreas de la cultura y el arte propuestos desde diferentes colectividades. Tertulias amenas en donde voces nacionales compartían sus inquietudes y proyectos con participantes de diferentes latitudes poniendo en agenda temas pertinentes al quehacer cultural frente a la pandemia.

En estos espacios de diálogo se logró conocer de experiencias territoriales muy interesantes dentro del universo cultural nacional; resultado de esfuerzos y procesos locales pertinentes y con buena calidad. Con agendas participativas claras y propuestas de solución utilizando todas las sinergias patrimoniales, artísticas, de derechos humanos, de memoria histórica, pueblos originarios y afrodescendientes, en fin una diversa lista que a pesar de contexto adverso por la medidas implementadas por la CODVID 19 se mantienen vigentes.

Una de las preguntas que resuena en la cabeza de las y los creadores, artistas y gestores culturales es

¿Qué hacer frente a esta situación generada por las medidas sanitarias por la pandemia?

La idea de continuar con todos los procesos e iniciativas artísticas-culturales frente a una modalidad que propone el distanciamiento físico, la cotidianidad del uso de la mascarilla, las limitantes para el acceso a los espacios públicos, la cuarentena voluntaria junto a la incansable necesidad de frotarse las manos con alcohol. 

Por otro lado, el ser humano desde la perspectiva psico-bio-social de retornar a su estado de normalidad acostumbrada y la necesidad intrínseca de retornar a los espacios de socialización y volver a convivir con una cotidianidad menos letal. Disminuir el temor de visitar un museo, un teatro, un cine o un parque y disfrutar de un cartelera híbrida entre lo virtual y lo presencial. Además de la certeza que nuestro quehacer puede proporcionar un antídoto en esta delicada situación de salud pública. 

Bajo este contexto, que está ocasionando deterioro en el manejo de las emociones de las personas podemos utilizar el arteterapia, y sus diversas herramientas que propone esta combinación de disciplinas, en la sanación colectiva luego de un estadío difícil de asimilar para todas y todos.  Volver a escuchar un concierto al aire libre, disfrutar de un espectáculo teatral o dancístico en una plaza pública, visitar los museos a cielo abierto, de modo de avanzar reinventando las modalidades de producción y volviendo paulatinamente a la normalidad.

Es importante continuar con los diferentes procesos formativos que permitan nuevamente la reorganización de la colectividad y la dinamización del aprendizaje artístico formal y no formal. Es necesario que se retomen y continúen con estas iniciativas en los territorios y potenciarlos. No debemos perder de vista ese caudal infanto-juvenil de talento que está presente a todo el país. 

Retomar las tradiciones o conmemoraciones de índole cultural que se truncaron por el contexto y en especial aquellas que estaban en proceso de preservación ante la indiferencia de la memoria oficial, en especial las determinadas desde los pueblos indígenas y afrodescendientes que aportan al país una riqueza más diversa y multicultural. Hay que buscar creativamente todo tipo de alternativas para continuar. Es desatinado detenerlo todo. Se debe continuar con la certeza que las propuesta son empáticas con las necesidades de este momento.

En una coyuntura como esta se debe redefinir cada estrategia. Las políticas públicas destinadas a la dimensión cultural deben repensarse para esta nueva realidad.  Será la habilidad del manejo de lo virtual y lo presencial la clave que facilite continuar con la dinámica que se había estado promoviendo y potenciando desde cada sector de la cultura. En esa hibridación en los modos de producir esta la solución mientras se encuentra un alivio definitivo a lo sanitario.

El texto forma parte de la mesa LOS CUIDADOS. EL ARTE Y LA CULTURA COMO ANTÍDOTO / VACUNA ANTE EL VIRUS realizada el viernes 23 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

 

Tejer la esperanza. El futuro hacia lo comunitario, lo pequeño, lo solidario

Marlen Argueta

Estamos en un momento histórico donde la pandemia COVID-19 ha vuelto evidente los problemas estructurales con los cuales cargan nuestros países en Latinoamérica, ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida ante la desigualdad económica, política,  social y cultural a nivel mundial. Esta crisis sanitaria nos recuerda que algunas palabras existían antes de la pandemia, como racismo, pobreza, extractivismo, conservadurismo, crisis hídrica, machismo, colonialismo y un sin fin más que podríamos agregar a una larga lista de conceptos, los cuales comparten la mercantilización de casi todas las cosas.  

En medio de esta crisis mundial la cultura también se encuentra en emergencia. En muchos países ya se han establecido el cierre de espacios, cines, parques, sitios arqueológicos, museos, cancelación de espectáculos, conciertos, despidos, recortes presupuestarios, ausencia de planes y  de acciones certeras para el sector artístico y cultural. 

Ante este panorama de crisis las preguntas se agudizan, se transforman, se dislocan y nos permite pensar que las respuestas de futuro están, posiblemente, muy cerca de las resistencias creativas: pensar el  arte y la cultura como antídoto, como una vacuna ante el virus. Pero, ¿qué supone confiar o pensar en el arte como una vacuna ante este virus que se ha vuelto letal? 

Las respuestas pueden ser muchas. Actualmente, las redes sociales se han vuelto la plataforma donde muchos artistas y creadores han liberado de manera solidaria sus productos culturales, con el fin de aportar a la salud y al bienestar social. Una propuesta de resistencia pero con mucha creatividad de este sector, a pesar de ser uno de los más golpeados a nivel mundial -fueron los primeros en cerrar y seguramente serán los últimos en abrir nuevamente sus puertas al público –.

Las manifestaciones de resistencias creativas expresadas por los artistas ha permitido un revuelo asociativo, organizativo y reflexivo para la búsqueda de alternativas que protejan la fragilidad del arte y la cultura. Nuevos paradigmas y propuestas que permiten avanzar de manera asociativa y solidaria hacia la financiación estructural para la cultura; desde lo colectivo y no desde lo individual: abandonando el yo para mi – yo para los míos-  por un yo para nosotros, nosotros para nosotros.

La pandemia también se ha convertido en excusa para las juntanzas de colaboración y  co-creación entre colectivos de diferentes partes del mundo; una manera distinta del intercambio y de comunicación basados en la confianza y el cooperativismo y no en la industria y el mercantilismo. 

Estos intercambios permiten (re)pensar las cercanías y las distancias que cobran otros sentidos en esta época de distanciamiento social, que en realidad es distanciamiento físico. Para el teatro por ejemplo, se abren las puertas a un nuevo viaje de experimentación, donde la dimensión colectiva de su creación se ve directamente afectada, trastocada.  Porque el teatro es más próximo a la pedagogía y no es masivo, es efímero, artesanal. 

En la búsqueda de respuestas y resistencias ante la crisis, los trabajadores y hacedores de la cultura han logrado establecer caminos que nos acercan a una economía más justa y solidaria, juntando la fuerza del cooperativismo y la potencia de las organizaciones artísticas y culturales. 

Una muestra de estas juntanzas es la Plataforma de arte y cultura en Colombia,  donde 160 organizaciones culturales, aproximadamente,  se reúnen en una cooperativa llamada Confiar,  con el lema cooperativizar para un buen vivir. La cooperativa busca a través de la cooperación, la innovación y  la creatividad respuestas a para establecer una economía que sea atravesada por la dignidad, la inclusión y la justicia restaurativa para todos los colectivos que la conforman, la idea es crear una red sostenible que pueda tejer esperanza.

Otra iniciativa que nos permite visualizar esas propuestas de resistencias o procesos modélicos creativos es La Ortiga Colectiva,  un proyecto cultural ubicado en una zona rural de Cantabria, España. Como ellos mismos se autodefinen responden a un proceso que teje culturas de lo común; donde la ecología, las artes, la alimentación, las letras se juntan en un espacio intergeneracional y feminista. Una comunidad que surge para repensar  las maneras distintas de estar en el mundo, una red de personas que ponen la vida al centro de todas las cosas. 

En Centroamérica podemos seguir la pista al Tejido Mesoamericano de Culturas Vivas Comunitarias, un espacio que reúne el esfuerzo de ocho países (México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Cuba y Puerto Rico) por mantener vivo el espíritu del encuentro y establecer intercambios que fortalezcan el trabajo de las redes comunitarias en tiempo de pandemia. Un espacio para hilar palabras de resistencia en comunidad. 

Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que dan muestra de cómo la cultura y el arte funcionan como antídoto y respuesta a la crisis social que genera la pandemia; pero no solo la generada por el Covid-19, sino las más de cientos de pandemias que padecen históricamente los pueblos latinoamericanos. 

Pensar en el arte y la cultura como respuesta y antídoto, también supone pensar en una salvación de manera integral. Dejar de ubicar a la cultura solo entre los que hacen cultura y ubicarla también entre quienes piensan la economía, la seguridad, el medio ambiente, la salud  y la educación de nuestros países. 

Cuando se planifican acciones para la cultura se dialoga solo con los que se dedican a ello; pero es importante romper la verticalidad e involucrar a todos los sectores de la sociedad, para lograr respuestas integrales a problemas estructurales. 

Es un buen momento para comprender que la cultura es parte fundamental del desarrollo humano, es un buen momento para pensar que, más que gestionar o transformar la cultura podemos `habitarla´ para construir una visión integral que permita la sostenibilidad de la vida digna.  

El texto forma parte de la mesa LOS CUIDADOS. EL ARTE Y LA CULTURA COMO ANTÍDOTO / VACUNA ANTE EL VIRUS realizada el viernes 23 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.  

La cultura es un antídoto contra la indiferencia

Jorge Melguizo

“Nuestra crisis no es solo una crisis económica, es también y fundamentalmente una crisis política, una crisis ética y una crisis cultural”,

me dijo Josep Ramoneda, filósofo catalán, tomándonos una aguapanela con arepa de chócolo en una ramada de El Retiro, Antioquia, hace unos años, hablando sobre lo que había pasado en Europa a partir de 2008 con la caída de los mercados mundiales por la crisis de Lehman Brothers1. Y me lo explicó así: «es una crisis política, porque es la crisis de la democracia: a qué llamamos democracia en estos tiempos. Es una crisis ética, porque es la crisis de la inclusión: a quién incluye y a quién excluye nuestro modelo de desarrollo. Y es una crisis cultural, porque es la crisis de la indiferencia, y la indiferencia es un asunto de nuestra cultura”2.

Desde entonces, cada vez que me preguntan qué es la cultura respondo que es un antídoto contra la indiferencia. Los derechos culturales son antídotos contra las muchas indiferencias de nuestra sociedad. Asumo la cultura como lo que nos permite apreciar la propia vida y aprender a vivir con los otros. La cultura nos lleva a construir una nueva sociedad, otra sociedad, una sociedad en la que no predomine el “yo” sino el “nosotros”, y en la que las búsquedas no sean las mías para los míos, sino las búsquedas colectivas de un nosotros para los otros: la construcción colectiva de lo colectivo.  

En estos meses de confinamiento por la pandemia del COVID-19, he vivido 3 tipos de situaciones con relación a la cultura: 

  1. Los miedos profundos de las entidades culturales y de agrupaciones artísticas por la incertidumbre económica a la que este confinamiento los enfrentaba. 
  2. La participación en muchas conversaciones, en 10 países, sobre el papel de la cultura en estos tiempos, aunque casi siempre el titular de esas conversaciones se planteaba de una manera extraña: la cultura post COVID-19. 
  3. El encantamiento con cientos de proyectos y experiencias culturales en muchos rincones de Colombia y de Latinoamérica, que me han generado una enorme esperanza y optimismo. 

Los miedos profundos. 

Creo que los miedos de muchas organizaciones no tenían que ver solo con la incertidumbre económica, sino también con asumir que no habían contemplado, nunca, un plan b para sus proyectos y organizaciones.  Y darse cuenta, además, que no estaban preparados para nuevos escenarios. Pero, además, en el camino fui encontrando que esos nuevos escenarios exigían de las organizaciones culturales una profunda reflexión sobre de dónde venían y dónde estaban, y esto en muchos casos lo que generó fue la necesidad de replantearse buena parte de sus acciones hasta antes de la pandemia. 

Y un asunto clave en ese replanteamiento: para qué estaba sirviendo su proyecto cultural.  En ese para qué de la cultura, en lo sectorial y en lo territorial, pensé durante meses que estaba una de las claves del trabajo necesario con las organizaciones.  Pero hace pocos días, en conversación con mi hijo Pablo para un documental sobre cultura en Medellín (mi hijo es artista urbano y trabaja en los equipos de arte en cine)3, él dijo:

“no es suficiente preguntarnos hoy por el para qué de la cultura, pues la pandemia nos ha puesto a pensar especialmente en el para quién de la cultura: para quiénes estamos trabajando, a quiénes estamos logrando incluir en nuestros proyectos, quiénes tienen realmente acceso a la cultura”.

El papel de la cultura en estos tiempos: 

El papel de la cultura en estos tiempos de pandemia – que se extenderán posiblemente también a 2021 y 2022 – puede ser el de ayudar a entender y a comprender, el de generar elementos para pensarnos y para construirnos, como personas, como colectivos, como sociedad.  

Los proyectos culturales y artísticos, además de ser parte de las cotidianidades más presentes en estos días, pueden ayudarnos a construir la memoria de estos momentos tan extraños: en qué pensamos, qué hacemos, qué ha cambiado en nuestras relaciones y en nosotros mismos.  

Hace unos días me preguntaban desde una biblioteca pública, en Sabaneta, un pequeño municipio de Antioquia, cuál creía que debía ser el papel de las bibliotecas: refugio y espacio de conversación, de encuentro, lugar de escucha, les respondí. Pienso que la cultura tiene esas posibilidades, la de constituirse también en un “lugar”, en un “espacio”, no necesariamente físico, en el que sea posible construir diálogos sobre lo que somos y, fundamentalmente, sobre lo que debemos y podemos ser.  Pero también se convierten, las bibliotecas, los museos, los centros culturales, en espacios de terapia, en lugares para que afloren nuestras ansiedades y nuestras angustias y nuestros miedos. En lugares para construir, a partir de nuestras incertidumbres, nuevas dimensiones humanas y sociales. 

Y cierro: el encantamiento.

Suena extraño, pero las muchas conversaciones desde marzo de 2020 sobre cultura en muchas ciudades de 10 países de Latinoamérica, todas por medios digitales, me han generado optimismo y una gran esperanza.  

Primero, por esa dimensión de repensarse que están asumiendo los proyectos y entidades culturales: han aprovechado estos encierros, estas incertidumbres, estas soledades compartidas, para preguntarse, para cuestionarse, para planearse, para analizarse críticamente, para conversar con otros proyectos, para establecer nuevas relaciones, para construirse internamente. Para aprender otras habilidades, para innovar (innovar, en la acepción de cambiar de paradigmas). 

Segundo, porque en ese repensarse han emergido asuntos nodales del trabajo cultural que hoy son necesarios y antes no eran tan evidentes: la relación de los proyectos culturales y artísticos con la educación formal y con la salud, especialmente con la salud mental, y la tarea enorme que tiene la cultura en la construcción de cohesión social y de equidad. Pienso que la pandemia ha servido mucho para avanzar en esa necesaria tarea que impulsan la Agenda 21 de Cultura5 y UNESCO de lograr que la cultura sea asumida por los gobiernos locales y nacionales como uno de los cuatro pilares del desarrollo, en línea con el desarrollo social, ambiental y económico. 

Y tercero: el encantamiento me viene de haberme llenado de historias fantásticas de proyectos en muchos rincones de Colombia y de Latinoamérica. Gracias al Ministerio de Cultura de Colombia y a la Universidad Jorge Tadeo Lozano tuve la oportunidad de ser profesor de un Diplomado en gestión cultural, que tuvo como participantes a 600 gestores de las 12 subregiones colombianas: esas clases fueron conversaciones alegres, entusiastas, llenas de historias, de sueños, de compromisos, llenas de territorios que no se nombran o que solo nombrábamos por ser escenario de nuestras violencias; conversaciones llenas de realizaciones que no conocemos y que, por no conocerlas, no valoramos ni potenciamos. Cada día, después de las clases de 4 horas digitales, en muchos casos con malas conexiones, terminaba con el corazón y con el cuerpo revitalizados: convencido aún más del enorme desafío de construirnos como sociedad, convencido aún más de que la cultura es una de las esencias de esa nueva sociedad y convencido de que detrás de cada historia, de cada alumno y alumna, lo que existe es una verdadera y bellísima epopeya, que merece ser narrada, que merece ser conocida, que merece ser fomentada.

La cultura es esperanza.  Y, en tiempos de COVID-19, la cultura es una gran esperanza.   

Este texto forma parte de la mesa LOS CUIDADOS. EL ARTE Y LA CULTURA COMO ANTÍDOTO/VACUNA CONTRA EL VIRUS realizada el viernes 23 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

El CCESV/lab es un espacio virtual de pensamiento, creación e innovación del Centro Cultural de España en El Salvador.

Este espacio nace como una extensión natural de nuestro trabajo de promoción y fortalecimiento de la cultura y está concebido como un espacio de encuentro, diálogo y debate, para fortalecer la investigación, el análisis y el pensamiento crítico.

El CCEVS/lab se plantea como un lugar de creación de redes y de nodos de encuentro entre los agentes culturales de El Salvador, España e Iberoamérica, siempre para posicionar la Cultura, en su dimensión vinculada al desarrollo, como un aspecto esencial y un bien común necesario de nuestra sociedad para poder imaginar y proyectar un mundo futuro más justo, igualitario y sostenible.

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El Centro Cultural de España en El Salvador (CCESV) abre sus puertas al público en 1998. Desde entonces se ha convertido en uno de los referentes de la cultura, del arte, del desarrollo y la libertad de expresión en San Salvador. Es, además, un importante agente cultural para el intercambio y el diálogo a nivel centroamericano e iberoamericano, ofreciendo alternativas para luchar contra las desigualdades y a favor de la identidad, la memoria y la diversidad.

Desde 2001 se buscó la descentralización de actividades, efectuando exposiciones, conciertos y teatro en otras ciudades del país. Ese mismo año se realizó la ampliación del Centro con obras de adecuación y construcción de una segunda planta.

Situado en la Colonia San Benito en San Salvador, el CCESV dispone de un espacio de una sala multiusos para exposiciones y actividades, una radio on line y una mediateca; además de un patio exterior para actividades al aire libre.