Reflexiones por parte de la Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria (REACC)

Zoraida Fernández

Pamela Pilawa

*Fotografía de Archivos de una Pandemia. Autora, Zoraida Fernández (Río de Janeiro)

El miércoles, 21 de octubre 2020 a las 22h – 24h Hora Española, se realizó la mesa Intersecciones. Nuevas formas de hacer cultura. Los artistas ante la pandemia lanzada por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) de El Salvador. La Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria (REACC), con apenas 6 meses de existencia, fue invitada a formar parte y compartir su experiencia y nuevas maneras de funcionar que han sido impulsados por la crisis de la pandemia.

Como representante y miembro del grupo motor de la REACC, ante todo me considero enormemente agradecida de haber podido participar en esta mesa. Sopeso que estos intercambios nos sirven para confiar en nuestra labor, nos inspiran y nos dan nuevos puntos de vista de cómo encarar ciertos aspectos de nuestro trabajo. Sobre todo en tiempos tan diferentes donde uno fácilmente pierde la fe, encuentros como este son más que necesarios.

Aquí dejo mis reflexiones acerca de estas jornadas. Antes que todo, quiero poner en consideración mi partida desde donde hablo, como bien mencionó Paloma Carpio (Cultura Viva Comunitaria), somos una mezcla de diferentes profesiones y tenemos que ser conscientes desde qué lugar hablamos.

Llevo sólo desde el año 2018 metida en proyectos de la Cultura Comunitaria, tanto en Brasil (proyecto de Teatro do Oprimido) como en Madrid (Teatro Aplicado: La Grieta Social y The Cross Border Project). Fue durante la pandemia, que me comentó Laura Szwarc desde Akántaros de la nueva Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria (REACC). Para mí ha sido un regalo a través de la REACC poder reconectarme con la cultura comunitaria.

La REACC, red que surgió en mitad de la crisis de la pandemia por una necesidad de unión y búsqueda de apoyo generada por la invisibilidad, precariedad e incertidumbre laboral del trabajo de la cultura comunitaria, permitió que se una todo aquel, sea persona física, asociación, colectivo, espacio, plataforma, etc. que quiera fortalecer juntes la red comunitaria.

En vez de esperar ayuda y depender de lo externo, como desde las instituciones gubernamentales, la red fomenta tejer redes y buscar apoyos mutuos y desde allí dar visibilidad y reivindicación. Todo esto sin aún haber formalizado una entidad jurídica, pero sí con muchas ganas de articular y representar voces, sensibilidades y circunstancias del ecosistema de la cultura comunitaria caracterizada por su pluralidad, su mutabilidad y su capacidad crítica. La REACC surgió de esta misma necesidad de crear desde el cuidado, análisis y diagnóstico, de lo que cada colectivo necesita y espera de la REACC para cubrir las necesidades de los participantes de la red, en vez de crear una institución formal que impusiera ideas.

Al respecto del debate de la mesa quiero destacar unos puntos en común de los panelistas; hemos detectado que hay carencias de leyes de cultura, que tenemos que aceptar estos momentos de vulnerabilidad para repensarnos como sociedad y aprovechar las nuevas circunstancias para tanto elaborar un trabajo colectivo desde otro lugar, pensar otros fuentes de ingresos, crear acciones en conjunto y sobre todo seguir creando espacios de intercambio, debate y reflexión. En tiempos donde estamos cada vez más aislados, sea por las pantallas o por el aislamiento físico, tenemos que reinventar la cultura para seguir estableciendo comunicaciones que son necesarias y vitales.

Por ejemplo nos compartió Egly Larreynaga, que desde la Asociación Teatro del Azoro (El Salvador) empezaron a aprovechar la situación para combinar las técnicas audiovisuales con el teatro, y así poder conectarse durante la pandemia, y no solo esto, sino también llegar a otro alcance y abordar más visibilidad; siempre intentando cuidar la brecha entre lo generacional y económico.

También Paloma Carpio destacó que había que traer el teatro hacia las personas y empoderarles a que tienen suficientes herramientas y libertades para poder expresarse a través del teatro; es decir hacer que el pueblo sepa que tiene todo el derecho de expresarse libremente. 

Otra temática que se abordó en esta mesa fue la pregunta qué es lo que puede motivar a alguien formar parte de una red, lo que nos puede servir como fuente de inspiración. 

En términos generales lo que nos motiva y nos diferencia como red es la forma asamblearia y colectiva que atiende a la diversidad que tenemos desde el inicio que enlaza y resuena. Además el hecho de trabajar desde la transparencia, la horizontalidad y a nivel estatal. Asimismo significa sostenernos entre nosotres, tejer redes, apoyos mutuos y desde allí dar visibilidad y reivindicación, sin depender de una institución gubernamental que nos ayude. Cada individuo, espacio, miembro, asociación puede encontrar su lugar en la red y expresarse desde total libertad.

Para mí, personalmente, justo en este último punto la REACC me ha aportado mucho; siento que cada voz dentro del colectivo es igual de válida. Asimismo en estos últimos meses junto a la REACC he aprendido mucho, he recibido la oportunidad de actuar en dos espacios (miembros de la REACC), La Horizontal y Centro de Creación e Investigación Cultural La Tortuga y he crecido personal y profesionalmente. 

El unirme a la REACC ha significado conectarme con personas que se dedican a la cultura comunitaria y que a través de ello intentan con su filosofía aportar a un mundo diferente y confía en que podemos relacionarnos desde otro lugar.

Las charlas y debates que han surgido durante la mesa de  Intersecciones. Nuevas formas de hacer cultura. Los artistas ante la pandemia, han servido de gran inspiración y enriquecimiento. Para finalizar quiero destacar unos puntos claves que me han hecho reconocer estas jornadas, por un lado no sólo estimula la curiosidad de conocer cómo funciona la cultura comunitaria y cómo diferentes artistas han vivido la pandemia en otra punta del mundo, sino también nos ha hecho reconocer las similitudes que hay entre las vivencias y también que las diferencias nos aportan para aprender de otros. Es curioso que el tema de la cultura comunitaria está mucho más difundido en Latinoamérica que en España. Por último, después de dos horas de compartir, reflexionar y debatir juntes, quiero volver a insistir en la necesidad de estos encuentros y de estas iniciativas de cada colectivo participante de la mesa. Entre todes nos hemos dado cuenta que no se debe esperar a una crisis para articularse, que no debamos desmotivarnos sino ver las puertas que se van abriendo. Cómo llegamos a concluir, después de este encuentro uno se siente como si hubiese resuelto la vida, lo que nos sirve de profunda inspiración para seguir creando y trabajando como artistas y agentes culturales. Estoy convencida que a futuro seguiremos cuidando y fortaleciendo estos nuevos lazos.

El texto forma parte de la mesa NUEVAS FORMAS DE HACER CULTURA. LOS ARTISTAS ANTE LA PANDEMIA realizada el miércoles 21 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

Los artistas ante la pandemia

Alejandro Córdova

*Fotografía de Archivos de Una Pandemia. Autor Roque Mocán (El Salvador)

Aunque se trata de una iniciativa que sucede por segunda vez, este volumen de Intersecciones tiene una peculiaridad: sucede en tiempos de la pandemia mundial por el nuevo coronavirus. Que sea un esfuerzo realizado remotamente es un dato no menor: en un mismo espacio virtual se reunieron artistas, gestores, gente de la academia que provenían de lugares muy lejanos entre sí. Si hay algo de la virtualidad que nos conviene a todas y todos, es esto. 

Es como decir que, gracias a la cuarentena obligatoria, pudimos considerar los encuentros virtuales como una opción más normal de estar en colectivo y así, pensándolo desde el oficio, transformar las maneras de dialogar entre los agentes que hacemos cultura. Interseccionar. Hacer cruces, choques, cortocircuitos. Y ese es, precisamente, uno de los objetivos del seminario Intersecciones: promover ejercicios de pensamiento crítico en torno a los desafíos que representan para la cultura la crisis sanitaria y sus consecuencias.

El motivo de la conversación que tuve la oportunidad de moderar fue el arte, específicamente la posibilidad de seguir haciendo arte en el presente. Hablar de los beneficios y desafíos de la virtualidad, desde la virtualidad. La idea era responder a una serie de preguntas: ¿Cuáles han sido los principales efectos de la crisis de la Covid-19 en la vida cultural y el trabajo de artistas y gestores? ¿Cuáles han sido sus mecanismos de supervivencia? ¿Qué es necesario cambiar en los modelos de trabajo y consumo artístico para fortalecer el sector? ¿De qué forma se ha abordado esta situación desde las instituciones, las organizaciones de artistas? 

Para ello, invitamos a tres mujeres que protagonizan enormes esfuerzos por la cultura en distintos puntos del globo. Paloma Carpio (Perú), comunicadora, gestora cultural y artista escénica habló de su experiencia desde la perspectiva de la Cultura Viva Comunitaria y el trabajo gubernamental. Pamela Pilawa, de la Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria (España), compartió formas de crear nuevas redes de trabajo y asociacionismo en España. Y, por último, no menos importante, Egly Larreynaga. de la Asociación Teatro del Azoro (El Salvador), quien habló sobre la necesidad de organización gremial, entre otros proyectos de supervivencia a la pandemia. 

Los puntos en común entre las tres panelistas son evidentes. En las tres experiencias vemos destacada una latente necesidad de organización entre gremial y comunitaria. Es decir, no solo con las comunidades (la población beneficiaria del arte) sino internamente, entre los agentes que hacen cultura. Esta necesidad es prioritaria: antes de cualquier otra acción, lo primero es organizarnos. “Parecíamos débiles”, dijo Egly Larreynaga. Estar divididos hace parecer a los agentes de cultura más débiles de lo que realmente son. La pandemia nos exigió organizarnos.

Pamela Pilawa destacó la participación de 180 agentes en la primera convocatoria para la creación de la Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria (REACC). Eso quiere decir que esos 180 agentes (colectivos, artistas, compañías u organizaciones artísticas) existieron de forma desarticulada y ahora han decidido articularse. Pamela habló también de la necesidad de los diagnósticos: elaboremos formularios para entender la situación actual de los colectivos. Es importante saber el estado de la cuestión, ¿cómo están? ¿Qué necesitan? 

Entre las ventajas y desventajas que surgen con el paso a la virtualidad, Paloma Carpio reconoció que ciertos sectores de la cultura han tenido una adaptación más fácil a lo virtual, pero dejan en evidencia viejos problemas como la brecha generacional o la brecha de acceso a los recursos tecnológicos. Y, en el caso de los hacedores de cultura, surge un nuevo problema de costos. Egly Larreynaga señaló que no es lo mismo hacer teatro para una sala que hacerlo para ser filmado. Sumar la técnica audiovisual implica otros presupuestos. 

Los presupuestos también son un tema neural. Sin los decididos apoyos estatales o locales, todo camina más lento. La problemática de la empleabilidad y la sostenibilidad es imposible de ignorar. Subsistir, antes de hacer arte. Ese es el reto. Y el arte no siempre está pensando en producir ingresos. No es su tarea principal. ¿Cómo pensar lo que sea que pensemos incluyendo la sostenibilidad económica? 

Paloma reflexionó sobre la vulnerabilidad, en todos los sentidos. La pandemia por coronavirus ha puesto aún más en evidencia la vulnerabilidad del sistema, de las poblaciones más olvidadas, del oficio del arte en sí. A partir de eso, es urgente repensar la función del arte en las sociedades: el arte como un ente sensibilizador, el potencial del arte en relación a la salud mental y la sana convivencia. En estos tiempos difíciles para la convivencia en colectivo, el arte es una respuesta. 

Cuando se articulan las personas correctas en los espacios correctos, se hace una diferencia. Si los ministerios o las instituciones estatales o locales no escuchan las necesidades concretas de los gremios, cualquier acción resultará desatinada, poco efectiva. Egly, como representante de una generación de artistas y de una asociación de teatro, pone el foco sobre la importancia de forjar una representación frente a otros agentes políticos, económicos o empresariales. Su mejor ejemplo fue la carta bajo el sello de Nave Cine Metro para exigirle al Ministerio de Cultura de El Salvador acciones pertinentes para combatir los efectos de la pandemia. Dicha carta obtuvo más de 5 mil firmas. 

A manera de breve conclusión, las experiencias de las tres panelistas sirvieron para trazarnos un panorama bastante certero de la situación de los artistas. Combatir la precariedad en tiempos donde los vínculos son imposibles requiere organización, diagnóstico y la capacidad de nombrar acciones exigibles en plazos concretos, de privilegiar los procesos sobre los productos y de reorientar los esfuerzos gubernamentales hacia el arte como un mecanismo de transformación social. 

Recordando que el objetivo de esta segunda edición de Intersecciones es repensar la relación entre cultura y desarrollo, pienso que es preciso no solo esforzarnos por volver al ritmo de antes de la pandemia (en el que la enorme tarea de producir cultura nos impedía detenernos a reflexionar), sino que esta capacidad nueva de reflexión se quede. Que lo que construimos ahora, en este diálogo, no se pierda. 

El texto forma parte de la mesa NUEVAS FORMAS DE HACER CULTURA. LOS ARTISTAS ANTE LA PANDEMIA realizada el miércoles 21 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

Arte urgente en tiempo de crisis

Egly Larreynaga

*Fotografía de René Figueroa.

En El Salvador después de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, prácticamente vivíamos un desierto artístico y cultural producto del exilio de muchos artistas, y el cierre de escuelas artísticas durante la guerra. Sin embargo, tras la firma de los Acuerdos, comenzaron a retornar muchos artistas y empezaron la ardua tarea de sembrar y formar a jóvenes sedientos de conocer el mundo del arte. Es así como mi generación la nacida y crecida durante el conflicto comenzamos a meternos en este mundo, en mi caso el teatro. La primera vez que vi una obra de teatro fue a mis 16 años, no sabía que era eso, y tuve la oportunidad de ver a la legendaria compañía Sol del Río 32. Años más tarde abrieron un taller de formación teatral y fue así como comencé mi carrera. Cuando yo empecé, apenas había presentaciones, exposiciones, conciertos, recitales etc.  y poco a poco sin apoyo del Estado e incluso sin apoyo de la sociedad comenzamos a construir lo que tenemos hasta el día de hoy, que aún con todas sus falencias se puede decir que hay días en el que incluso coinciden varias actividades culturales a la vez, existen varios espacios de actividad artística y cultural. Por supuesto que queda mucho por hacer. Pero se imaginan si perdemos lo que tanto nos costó en tiempo, dinero y esfuerzo.  Teniendo en cuenta que al menos ahora las organizaciones han comenzado a apostar por el arte como herramienta importante de transformación social, que la sociedad comienza a respetar y sobre todo conocer la palabra teatro, que ya no parece que estás hablando en otro idioma, ahora hablamos de varias compañías de teatro, varios estrenos al año, dramaturgia propia y contemporánea. Todavía faltan espacios donde exponer la cantidad de expresión artística pero lo que hemos hecho hasta ahora es parte de nuestra identidad. 

Cuando llega la pandemia y todo se paraliza, surge una preocupación para mí y un grupo de artistas escénicos: retroceder o incluso perder parte del patrimonio artístico y cultural que con mucho esfuerzo habíamos construido. Es por ello que decidimos hacer una carta pública que se llamó “Frente a la Crisis también Arte”, y lo que pretendía era hacer un llamado de atención al Estado y a la sociedad civil, exigir una propuesta por parte del Ministerio de Cultura frente a la vulnerabilidad que ya existía en el sector y que la pandemia evidenciaba y peor aún, que hacía que éste peligrara. Muchos artistas importantes se vieron obligados a buscar otras formas de generar ingresos, cosa que no crítico pero la preocupación era perder a esos artistas y lo que eso significa para la sociedad. 

Parte de la carta “Frente a la Crisis también Arte”

Coincidimos en que el arte que hacemos sirve para plantear cuestionamientos profundos de lo que nos construye como humanidad. Participamos activamente de la transformación social, de la revisión y el fortalecimiento de la diversidad de identidades, y hacemos todo lo que está en nuestras manos para hacer del arte un bien accesible para todas y todos, especialmente para las poblaciones más excluidas, porque sabemos que es reivindicativo, aunque estas acciones tampoco sean apoyadas o incentivadas por el Estado.

El arte es un derecho humano y, como tal, validamos su carácter inalienable que lo vuelve una herramienta fundamental para la cohesión social, contribuyendo a mejorar la calidad de la educación, la salud y la convivencia. Como artistas hemos demostrado con contundencia algo: con el ejercicio de nuestra profesión nutrimos el alma de nuestra sociedad enriqueciendo lo que llamamos identidad nacional, contribuimos al bienestar social del país, aportamos al sector económico generando puestos de trabajo, emprendimientos y productos de distribución cultural a nivel local e internacional. Asumimos el valor de nuestra profesión. Hacemos arte por convicción.

Sin embargo, este sector siempre ha funcionado desde la precariedad ocupando un lugar inferior en el Presupuesto General de la Nación y por tanto en las prioridades de los gobiernos.

Recalcamos que tenemos la apertura, la hemos tenido con todos los gobiernos. Ofrecemos nuestra disposición para dialogar y ser parte de la reactivación del país tras la crisis actual. 

Como en todo el mundo, en El Salvador, la crisis generada actualmente por esta pandemia ha golpeado fuertemente al sector artístico, dejando en evidencia su vulnerabilidad histórica, así como la de otros sectores. Estamos al tanto y pedimos se nos incluya en los planes de reactivación económica que se implementen ante esta situación, como un aporte valioso para la mitigación del impacto económico y psicosocial que atravesamos en este momento. Asimismo, consideramos importante hacer el llamado a cuidar – para no perder – la capacidad creativa y el patrimonio cultural que durante tantos años hemos venido construyendo y protegiendo de manera independiente.

Carta completa en https://www.change.org/p/ministerio-de-cultura-de-el-salvador-frente-a-la-crisis-tambi%C3%A9n-necesitamos-arte

Sin embargo, paralelamente teníamos la ardua tarea de ver como resistíamos este duro golpe, después de infinitas conversaciones retomamos algo que en su día teníamos pendiente, entrar al mundo audiovisual y fue como esta crisis aceleró el proceso. Comenzamos con algunas improvisaciones en vivo con nuestros personajes de una de nuestras obras. Hicimos un conversatorio en dónde estos personajes hablaban acerca de la crisis actual y cómo sin quererlo la obra hecha con ellos cobraba relevancia. Liberamos dos de nuestras obras con un medio salvadoreño llamado El Faro y posteriormente hablamos con nuestros donantes para rediseñar todos los proyectos a un formato digital y de esa manera poder continuar. 

Cabe mencionar que los Artistas de la Nave Cine Metro, (NCM, espacio cedido en 2019 por sus propietarios a la Asociación Cultural Azoro); decidimos hacer un audiovisual en donde nos pronunciábamos frente a la Crisis, y también lanzamos la plataforma digital de la NCM. 

Por la trayectoria y la confianza los donantes aceptaron en que adaptáramos todo al formato digital, y que nosotros trabajáramos de manera comprometida en la investigación del lenguaje audiovisual y teatral. Este año lo cerraremos con tres estrenos audiovisuales, talleres de formación, radio on-line, y alianza con otras artistas jóvenes, así como una serie de conversatorios con distintos actores sociales para hablar acerca del papel del arte frente a la crisis. 

Pasaron muchas cosas positivas a partir de entonces, nuestro primer estreno tuvo una buenísima aceptación del público, pudimos investigar, junto con una reconocida directora de cine, la mezcla entre el teatro y el lenguaje audiovisual.

También aprendimos que los costos eran diferentes, no solamente porque el cine suele ser más caro sino porque estábamos haciendo las dos cosas a la vez. Sin embargo, los artistas que participamos nos lanzamos a la aventura con el compromiso que hemos tenido siempre. Hemos presentado nuestra obra no solo a público salvadoreño sino que hemos traspasado las fronteras de manera simultánea. A través de los conversatorios hemos conocido artistas de otros países y hemos podido conocer otras iniciativas que se están haciendo. Hemos encontrado dos líneas paralelas que sin la crisis no hubiéramos tenido la necesidad de comenzar ya. 

El texto forma parte de la mesa NUEVAS FORMAS DE HACER CULTURA. LOS ARTISTAS ANTE LA PANDEMIA realizada el miércoles 21 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

Cultura Viva Comunitaria, una alternativa para superar la crisis global

Paloma Carpio

*Imagen tomada del sitio Cultura Viva Comunitaria.

Para los países latinoamericanos, la crisis producida por el COVID-19 ha profundizado la precariedad en la que ya vivíamos.

Esto ha sido más evidente aún en el sector cultural, para el cual la paralización obligatoria de las actividades, sobre todo de aquellas basadas en el intercambio presencial, ha llevado a un punto de inflexión que debe conducirnos a remirar el sentido de nuestras prácticas. Entre la urgencia de la subsistencia y la necesidad de generar cambios estructurales para que el trabajo cultural, es importante sacar lecciones sobre las distintas maneras en que las los artistas y organizaciones culturales nos hemos organizado para superar esta crisis, de modo que podamos apuntalar a que la cultura deje de ser concebida como una dimensión accesoria de la vida y pase a ser valorada como un aspecto fundamental para el desarrollo integral de las personas. 

En este sentido, recuperar el valor de la expresión y organización cultural a nivel comunitario, defender la importancia de los derechos culturales y promover modos de producción cultural por fuera de los circuitos hegemónicos y orientados a la lógica de producción de las industrias culturales, es más urgente ahora que nunca. Y lo es porque, en Latinoamérica, la pandemia ha dejado ver las desigualdades en relación al acceso a servicios y bienes, los cuales incluyen ámbitos vitales como la salud, la alimentación, la educación y la cultura. Poder contar con espacios de contención, expresión, organización y resolución de problemas de manera colectiva, es lo único que nos permitirá superar una crisis que también es expresión del colapso de un sistema económico basado en la explotación de los recursos naturales y de los trabajadores. Esta búsqueda de integración de las diferentes dimensiones de la vida a través de la cultura ya se venía gestando y debatiendo en nuestra región a partir de la acción de las organizaciones articuladas en el Movimiento Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria.

En una época en la que el modelo económico ha condicionado los modos de vida alentando el individualismo y la competencia, la Cultura Viva Comunitaria surge como una apuesta política por reivindicar lo colectivo. Este proceso ha implicado una nueva forma de representación y acción que se basa en la fuerza de las colectividades organizadas desde la imaginación, la creatividad y la capacidad de agencia para transformar la realidad. El Movimiento Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria ha sido protagonista de logros fundamentales en torno a la organización social y a la capacidad de incidir en políticas públicas. Su accionar ha conducido a programas públicos a nivel de gobiernos locales, gobiernos nacionales y a nivel supra nacional, como los son las iniciativas que tienen como referente los Puntos de Cultura, impulsados en Brasil desde el año 2004 o el caso del Programa Ibercultura Viva, gestionado desde la Secretaría General Iberoamericana desde el año 2013.

Estas formas de accionar, recuperando el valor de la acción colectiva cobran vital importancia es estos tiempos, ya que permiten poner en discusión la importancia de lo común y lo público, en este caso, desde la capacidad de producir símbolos y formas de interpretación y transformación de la realidad que otorguen mayor protagonismo a la gente. En tiempos de enorme descrédito de la clase política de los países Latinoamericanos, la acción cultural debe conducir a encontrar formas de representación simbólica y políticas que surjan de la gente y su capacidad de expresión.  

Es por ello que es importante analizar las formas de organización y acción cultural que han cobrado relevancia en esta coyuntura. Para ello, analizaremos diferentes respuestas del sector cultura ante la crisis, empezando por reconocer el estado de vulnerabilidad común que caracteriza este tiempo. Todas las actividades, en todos los ámbitos de la vida, se han visto afectadas. Sin embargo, el sector cultura y más aún, la cultura comunitaria, se ha visto en jaque ya que se basa en el encuentro, la proximidad y el vínculo. ¿Pero qué se puede hacer desde la cultura cuando las medidas sanitarias exigen distancia física? ¿Cómo superar las brechas digitales, generacionales, de recursos y capacidades si toda la oferta se reduce a la virtualidad?

Definitivamente, uno de los mayores riesgos para el desarrollo cultural en nuestros países, en este contexto, está en que se asuma que la virtualización y digitalización de todos los contenidos culturales es la única salida para afrontar esta crisis.

Pero ¿Cómo mantenemos la lógica de privilegiar procesos colectivos y no solo productos bajo estas condiciones? ¿Qué formas de trabajo cultural se han manifestado en este contexto? ¿Qué riesgos implican estas alternativas para el Sector Cultura?

Por un lado, la adaptación a la virtualidad ha sido una salida que muchos artistas han encontrado para mantenerse vigentes y generar ingresos. De este modo, hemos podido ver obras de teatro y clases por Zoom, transmisión de contenidos en vivo, creación de contenidos para redes sociales, entre otras formas de expresión digital. Sin embargo, la búsqueda de supervivencia en desde la virtualidad puede contener el riesgo de mantener el status quo respecto a quiénes pueden producir y consumir cultura, generando que se reproduzcan los mismos criterios comerciales que conducen a que se dé más atención a formatos que no dan cabida a la diversidad, sino que refuerzan lógicas excluyentes (contenidos ligeros, protagonizados por personas blancas o por instituciones ya posicionadas en el mercado). Si sumamos a ello las brechas de acceso a la tecnología que persisten en nuestros países, veremos que los formatos de adaptación de lo digital no necesariamente están aportando a la democracia cultural.

Por otro lado, y por fuera de criterios comerciales, algunos artistas han buscado “darle la vuelta” al encierro obligatorio y han indagado en formas de creación-exploración desde el aislamiento. Esto ha implicado la experimentación con los espacios y elementos cotidianos, el registro de imágenes desde ventanas, la proliferación de los podcasts, entre otras formas de creación desde el ámbito doméstico. A pesar del valor de muchos de los contenidos producidos desde estos principios, es posible alertar del riesgo de la desvinculación de los artistas y su comunidad, asumiendo una forma de creación individualista y distante de los otros.

En tercer lugar, otra de las formas de subsistencia para los artistas en estos tiempos de pandemia ha sido la reorientación hacia otras actividades y fuentes de generación de ingresos. Ante la necesidad, un grupo amplio de artistas se ha visto forzado a dedicarse a actividades que puedan garantizarles sustento económico (reparto a domicilio, cocina y repostería, carpintería, entre otros) Lamentablemente, esta opción puede traer como consecuencia la pérdida de talentos, el abandono de carreras artísticas y la precarización del trabajo cultural, ya que el trabajo artístico se realiza en peores condiciones que antes de la pandemia. 

Como otra alternativa, ante el cierre de las infraestructuras culturales y como apuesta para mantener la actividad y la generación de ingresos, muchos artistas vienen generando acciones en el espacio público.  A pesar de que esta modalidad de trabajo implica menor riesgo de exposición al virus y de que es una de las pocas maneras de generar ingresos por parte de un amplio número de artistas, desarrollar estas actividades implica el riesgo de represión por parte de la policía y los trabajadores de seguridad, lo cual evidencia y reproduce la baja valoración que se le da al trabajo de los artistas.

Finalmente, una de las medidas que ha tomando un amplio número de artistas y trabajadores de la cultura para afrontar esta crisis, ha sido la articulación y la acción en red. En esta línea se ha encausado mucho del trabajo cultural comunitario,  con el objetivo de superar de manera colectiva las dificultades que este contexto genera, y buscar generar cambios estructurales que garanticen mejores condiciones para el trabajo cultural. En este caso se advierte que, al basarse en un trabajo voluntario, no siempre se logra hacer sostenible y continua la acción de estas propuestas de articulación. Sin embargo, la proponerse metas en torno a la incidencia política, los resultados de los esfuerzos de la articulación suelen traer beneficios amplios y de mayor impacto social. 

Tomando en cuenta estas formas de producción del trabajo cultural que la pandemia ha propiciado, vale la pena preguntarse qué en particular puede aportar la Cultura Viva Comunitaria hacia un horizonte post pandemia. En primer lugar, nos puede llevar a pensar en modos de vida más sostenibles, que demuestren que en la colaboración, el cuidado de la naturaleza y los afectos, hay alternativas para resistir al consumismo, el individualismo y la mercantilización de la vida, que es lo que nos ha conducido a esta crisis global. Esto implica desarrollar proyectos culturales que ubiquen al ser humano como parte de la naturaleza y no como seres que buscan explotarla. 

En segundo lugar, generar espacios de diálogo que permitan difundir el valor del trabajo cultural en todas las dimensiones de la vida: en la educación, en la salud, en la seguridad, en la justicia. Es decir, proponer una alternativa a quienes buscan defender el aporte de la cultura sólo desde su aporte al PBI y no a las demás dimensiones fundamentales de la vida. En tiempos en que las economías de los países buscan reactivarse, es importante defender que el arte y la salud están conectados. Si se privilegia, una vez más, la economía por encima de la salud, seguiremos sufriendo de distintos tipos de crisis. Hay que recuperar la práctica artística como ejercicio de relación entre la salud física y mental. 

Finalmente, la Cultura Viva Comunitaria nos invita a pensar en el trabajo artístico y cultural desde su rol político. Es decir, desde la posibilidad de pensar y actuar en la vida cotidiana, con consciencia de los desafíos que implica la convivencia, la diversidad cultural y la identidad de cada individuo.  En un momento atravesado por la incertidumbre y el miedo, la cultura comunitaria debe cultivar la certeza de que, como sociedad, podremos salir adelante si ponemos en primer lugar lo común y lo público, superando los parámetros culturales instaurados por el mercado, la competencia y el consumo. 

El texto forma parte de la mesa NUEVAS FORMAS DE HACER CULTURA. LOS ARTISTAS ANTE LA PANDEMIA realizada el miércoles 21 de octubre en el marco del seminario Intersecciones Vol. 2. Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempos de pandemia.

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El CCEVS/lab se plantea como un lugar de creación de redes y de nodos de encuentro entre los agentes culturales de El Salvador, España e Iberoamérica, siempre para posicionar la Cultura, en su dimensión vinculada al desarrollo, como un aspecto esencial y un bien común necesario de nuestra sociedad para poder imaginar y proyectar un mundo futuro más justo, igualitario y sostenible.

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El Centro Cultural de España en El Salvador (CCESV) abre sus puertas al público en 1998. Desde entonces se ha convertido en uno de los referentes de la cultura, del arte, del desarrollo y la libertad de expresión en San Salvador. Es, además, un importante agente cultural para el intercambio y el diálogo a nivel centroamericano e iberoamericano, ofreciendo alternativas para luchar contra las desigualdades y a favor de la identidad, la memoria y la diversidad.

Desde 2001 se buscó la descentralización de actividades, efectuando exposiciones, conciertos y teatro en otras ciudades del país. Ese mismo año se realizó la ampliación del Centro con obras de adecuación y construcción de una segunda planta.

Situado en la Colonia San Benito en San Salvador, el CCESV dispone de un espacio de una sala multiusos para exposiciones y actividades, una radio on line y una mediateca; además de un patio exterior para actividades al aire libre.